Carta 28 a
Jesús de Nazaret.
Domingo de la Ascensión. 1 –junio- 2014.
Evangelio: Mateo 28, 16-20
S
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eñor: Al leer hoy lo que dijiste a tus
once Discípulos, he recordado lo que tú me dijiste un día. Esas palabras sin
voz, en ese día, tuvieron un acento muy especial y una fuerza nunca
experimentada por mí. Tus Discípulos fueron a Galilea para verte. Yo, apenas
tuve que desplazarme un centenar de metros.
Ellos, contemplaban el paisaje y
sentían en sus rostros el aire fresco del monte
Yo, veinte siglos
después, tendido sobre las lozas del presbiterio de la Catedral de Córdoba.
Me
aplastaba la responsabilidad que caía sobre mi vida joven.
Me alivió,
no poco recordar tu promesa: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del
mundo” Me alivió, pero no
consiguió descargarme el gran peso que sentía.
No tenía
vuelta atrás; esa responsabilidad estaría conmigo hasta el final de la vida.
Reflexionando, años
después, descubrí que, gran parte de esa responsabilidad y, de un modo
distinto, ya había caído sobre mí, el día en el que me bautizaron.
Era un
bebé, y por consiguiente, inconsciente del momento. Pero el bautismo me injertó
en tu cuerpo, Jesús, y me convirtió en miembro vivo tuyo. Fui, también ungido, y desde entonces,
co-responsable de tu misión y de la del
grupo de los Doce
.
Es
responsabilidad, pero también honor inconmensurable, compartir poder contigo:
hacer
a los hombres, hijos de Dios, con el
bautismo, abrirles la puerta de entrada a tu Iglesia, y enseñar tu maravillosa
doctrina de amor y salvación.
No es fácil tarea, pero
sí hermosa.
Prometiste no
abandonarnos y ser compañero de camino y tarea, hasta llegar a la meta. Y Tú,
lo que prometes, lo cumples.
Actualízame, Señor, cada
día, la experiencia de la Catedral, y estrene la ilusión y entrega de aquél
momento. Sepa transmitir a otros la pasión de ser colaboradores tuyos en la
tarea de construir un mundo nuevo,
familia de Dios, donde sea Él amado como
Padre y nosotros todos, hermanos,
amándonos como hermanos: tarea y compromiso de todos los que un día, aunque
inconscientes, fuimos bautizados.
Con afecto y adoración.
Bartolomé Menor.
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