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lunes, 2 de junio de 2014

CARTAS A JESUS DE NAZARET



Carta 28 a Jesús de Nazaret.                
Domingo de la Ascensión.  1 –junio- 2014.
Evangelio: Mateo 28, 16-20
 

S
 
eñor: Al leer hoy lo que dijiste a tus once Discípulos, he recordado lo que tú me dijiste un día. Esas palabras sin voz, en ese día, tuvieron un acento muy especial y una fuerza nunca experimentada por mí. Tus Discípulos fueron a Galilea para verte. Yo, apenas tuve que desplazarme un centenar de metros.

         Ellos, contemplaban el paisaje y sentían en sus rostros el aire fresco del monte
Yo, veinte siglos después, tendido sobre las lozas del presbiterio de la Catedral de Córdoba.

Me aplastaba la responsabilidad que caía sobre mi vida joven.  

Me alivió, no poco recordar tu promesa: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo” Me alivió, pero no consiguió descargarme el gran peso que sentía.

No tenía vuelta atrás; esa responsabilidad estaría conmigo hasta el final de la vida.
 
Reflexionando, años después, descubrí que, gran parte de esa responsabilidad y, de un modo distinto, ya había caído sobre mí, el día en el que me bautizaron.

Era un bebé, y por consiguiente, inconsciente del momento. Pero el bautismo me injertó en tu cuerpo, Jesús, y me convirtió en miembro vivo tuyo.  Fui, también ungido, y desde entonces, co-responsable de tu misión  y de la del grupo de los Doce
.
Es responsabilidad, pero también honor inconmensurable, compartir poder contigo: hacer
a los hombres, hijos de Dios, con el bautismo, abrirles la puerta de entrada a tu Iglesia, y enseñar tu maravillosa doctrina de amor y salvación.

No es fácil tarea, pero sí hermosa.
Prometiste no abandonarnos y ser compañero de camino y tarea, hasta llegar a la meta. Y Tú, lo que prometes, lo cumples.

Actualízame, Señor, cada día, la experiencia de la Catedral, y estrene la ilusión y entrega de aquél momento. Sepa transmitir a otros la pasión de ser colaboradores tuyos en la tarea de construir  un mundo nuevo, familia de Dios, donde sea Él  amado como Padre y  nosotros todos, hermanos, amándonos como hermanos: tarea y compromiso de todos los que un día, aunque inconscientes, fuimos bautizados.

Con afecto y adoración. Bartolomé Menor.

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