Os dirijo esta carta con especial afecto a todos vosotros: padres, hijos y demás miembros de la comunidad familiar. El motivo por el que os escribo lo considero muy importante para la educación de vuestros hijos. Os quiero hablar de la clase de Religión, en la que sabéis que los padres sois especialmente responsables, aunque también vuestros hijos, llegados a cierta edad, puedan elegir por sí mismos.
Considero que os debo animar, como vuestro Obispo, a que cumpláis con vuestro deber de ir a los centros educativos a manifestar vuestra voluntad explícita de que vuestros hijos e hijas sean matriculados en la asignatura de Religión. A los chicos que ya tengáis edad de hacerlo por vosotros mismos os recuerdo que no dejéis de hacerlo, ahora que es posible.