29 de Junio de 2014
Queridos
fieles diocesanos:
El dedo de Dios con su Iglesia
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Lo
estrenó san Pío X, quien selló con su autoridad el movimiento litúrgico
moderno. Luego vendría el Papa de las Misiones, Benedicto XV. Lo siguió el
sabio Pío XI, paladín de la doctrina social de la Iglesia, siguiendo las
huellas de su predecesor León XIII. Pío XII fue un impulsor decisivo de la interpretación
de la Sagrada Escritura, la Eclesiología y la Liturgia. Aquella gran figura fue
sustituida por el sencillo y rompedor san Juan XXIII, que convocó el Concilio
Vaticano II. Pablo VI, que muy pronto será beatificado, sería quien lo
concluiría y llevaría a su aplicación. San Juan Pablo II llevaría el Evangelio
de Jesucristo a todos los continentes. A Benedicto XVI, el Papa de las
esencias, de la renovación interior de la Iglesia y del Ecumenismo le ha
sucedido recientemente, el Papa Francisco que encamina sus pasos a lograr una
Iglesia misionera, cercana, pobre con los pobres.
Sucesores del Apóstol Pedro
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Cada
generación cristiana tiene así la posibilidad de estar en la Iglesia fundada
por Jesucristo. Si hoy seguimos y escuchamos al Papa Francisco y al Colegio de
los Obispos, en comunión con él, podemos tener la seguridad de que recibimos
sin adulterar y completa la doctrina de Jesucristo y sus sacramentos, la voz y
cuidados del Buen Pastor.
La
solemnidad de san Pedro Apóstol nos recuerda, por ello, que el Vicario de
Jesucristo en la tierra pervive hasta nosotros y pervivirá hasta el final de
los tiempos en la persona del Papa. “Donde
está Pedro, allí está la Iglesia, allí está Cristo”, decía el gran San
Cipriano. No hay mejor garantía de fidelidad que seguir el Magisterio y el
Pastoreo del Papa, en cada momento de nuestra historia.
Fidelidad al Papa
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El
Apóstol Pedro no era de por sí “una roca”, sino más bien un hombre débil e
inconstante. Sin embargo, el Señor quiso convertirlo “en piedra”, para
demostrarnos que, a través de un hombre débil, es Él mismo quien sostiene con
firmeza a nuestra Iglesia y la mantiene en la unidad.
El
Papa nos confirma en nuestra fe pues necesitamos de una orientación que dé una
dirección segura a nuestra vida. Una vida sin norte, sin Dios, no tiene
sentido, queda vacía, relativiza todo y, al final, ya no se puede distinguir el
bien del mal, lo opinable de lo que es cierto. Tenemos necesidad de Dios, de
Cristo y de la comunión en la Iglesia que nos une y reconcilia. Cristo quiso
garantizar para siempre tanta riqueza a través del servicio y magisterio de los
Papas. Seamos siempre fieles a su voz, garantía de verdad y seguridad para
nuestra fe.
Reconozcamos y oremos por su ministerio
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A
él le ha dicho como un día a Pedro: “Apacienta
mis ovejas” (cf. Jn 21, 15-19). Veamos en él al sucesor de aquel a quien
dijo Jesús cerca de Cesarea de Filipo: “Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt. 16, 18).
Dejémonos de comparaciones inútiles.
Escuchemos
y oremos por el actual sucesor de Pedro porque el Señor ha querido convertirlo
“en piedra”, sin cambiarle su forma de ser y de expresarse, como a sus
antecesores. Necesita de nuestra ayuda. La cultura del relativismo y egoísmo no
tolera las palabras claras y exigentes, aunque siempre llenas de amor y dichas
con sencillez. Ya a los apóstoles quisieron hacerlos callar, pero nadie lo
consiguió.
¡Felicidades,
Santo Padre, de los fieles de Jaén!
Con mi
afecto y agradecimiento en el Señor.
X
Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
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