MIÉRCOLES DE CENIZA
CELEBRACIÓN CON LA AGRUPACIÓN ARCIPRESTAL DE COFRADÍAS Y
HERMANDADES DEL ARCIPRESTAZGO DE BAEZA
Queridos
hermanos,
Con
el mismo deseo que Cristo tenía de celebrar la Pascua con sus discípulos así
vosotros en comenzar la Cuaresma.
Desde
el mismo día de la presentación del Cartel de Semana Santa en el teatro
Montemar, con el olor a incienso, la penumbra de la luz de cera y los sones de
las marchas de Semana Santa, nos quedamos impregnados de Cuaresma y de Pasión.
Hoy
es miércoles de ceniza y nos reunimos al final de este día de ayuno y
abstinencia, que espero y deseo que por fidelidad a Dios y a la Iglesia lo
hayamos cumplido como tal. Nos reunimos en torno a la Mesa del Señor porque de
aquí arranca la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua.
Jesús
los reunió para celebrar la Eucaristía, para hablarles al corazón, para
enseñarles el nuevo camino donde lo podían encontrar:
Tomad
comed esto es mí Cuerpo.
Tomad
bebe esta es mi Sangre.
Aquí
está Cristo, aquí está Dios. No es una imagen, no es una representación, es el
mismo Jesús que nació en Belén de las entrañas de María que habéis celebrado
hace pocos días con hermosos nacimientos. El mismo que predicó por Israel, que
hizo milagros, que dio su vida por nosotros en la Cruz, que Resucitó al tercer
día de entre los muertos. El mismo que ascendió al cielo y nos envió por el
mundo entero, el mismo que volverá a juzgar vivos y muertos.
En su
nombre nos reunimos y en su nombre comenzamos estos 40 días de preparación para
la Semana Santa, para que sea el mismo Jesucristo quien nos envíe esta misma
noche, con la señal penitencial de la ceniza, al desierto cuaresmal.
Se
abren las puertas de las prácticas cuaresmales. Las primerísimas de todas las
que nos ha indicado el mismo Cristo en el Evangelio: Limosna, oración y ayuno.
Que
no veamos estos días en las puertas de las Iglesias, en los soportales, en la
publicidad, solo “cultos”, que es el
segundo consejo del Señor, la oración, equilibremos los actos con caridad y
privaciones de aquello que es superfluo e innecesario y que además podemos
compartir con los demás.
La
carta del Papa Francisco para este tiempo de cuaresma nos ofrece un programa
concreto de cómo podemos vivir limosna, ayuno y oración. Os recomiendo que la
leáis serenos y receptivos. Le he sugerido a vuestros capellanes que no la
dejen pasar de largo en la predicación de los triduos cuaresmales y la charlas
de estos días.
Parte
hablando de la pobreza de Cristo que siendo Dios se hizo hombre, que siendo
rico se hizo pobre enseñándonos que en la debilidad es donde se muestra con
toda su fuerza la gloria de Dios.
En la
pobreza y sencillez de los dones que presentaremos, pan y vino, se convierten
en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Rey de la Gloria, alimento de salvación del
Pueblo de Dios. El encuentro con Jesucristo Eucaristía nos invita a la oración,
es decir, a la respuesta a la entrega de Dios con alabanza, con gloria, con
súplica, con bendición.
Pero
no olvidemos que junto a la Eucaristía, sacramento de los sacramentos, Jesús se
arrodilla y lava los pies a los discípulos.
El
Papa explica el sentido de hacerse pobre Jesús con nosotros y es amándonos,
cargando con nuestros pecados, sirviéndonos, así nos enriquece. No es la
limosna que se da desde lo alto, que da lo que sobra, lo superfluo.
Dice el Papa: A
imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las
miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar
obras concretas a fin de aliviarlas.
Y
marca tres miserias actuales:
La material. Que la identifica con lo que
llamamos nosotros pobreza. Han perdido sus derechos fundamentales y no tienen
lo básico para vivir.
La moral. Esclavos del vicio y del pecado.
Drogas, alcohol, juego, pornografía o condiciones sociales injustas o pérdida
de derechos básicos como sanidad, educación.
La espiritual. Cuando nos alejamos de Dios y
rechazamos su amor.
Ante
esto el Papa nos habla directamente:
La
Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de
qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza.
No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin
esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Pero todo esto sin olvidar nuestro punto de partida
y de llegada que es Jesucristo. A él lo servimos en los pobres y necesitados
porque lo que hicimos con uno de estos lo hicimos con el mismo Cristo.
Así nuestra vida cristiana, cofrade, espiritual
debe ser una imitación de Cristo, imitación que es llamada a la santidad “sed
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Pidamos al Señor que fortalecidos con esta
Eucaristía que celebramos, vivamos este tiempo cuaresmal como agentes de la
misericordia de Dios remediando las miserias de nuestro tiempo, como signo de autenticidad y de deseo de cumplir
siempre la voluntad de Dios.
Que estas prácticas cuaresmales nos preparen a las
fiestas de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
María, Madre de la Iglesia, Madre de los pobres,
Reina de la Cofradías, intercede por nosotros.
Que así sea.
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