Carta 18 a
Jesús de Nazaret.
Domingo II de Cuaresma. (23 -marzo-
2014)
Evangelio: Juan 4,5-42
S
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eñor: Yo sí sé que eres judío.
Y sé que eres el Hijo de Dios, y Dios con el
Padre y el Espíritu. El máximo de todo viviente; y como lo puedes todo, puedo
pedirte el agua viva y la misma vida eterna y feliz.
Sé, más: que te has
adelantado a que yo te pidiera, y me
diste participación en la vida de tu Padre por lo que soy verdadero hijo suyo,
y heredero.
Más:
que por la bendita agua del bautismo, me convertiste en miembro vivo tuyo,
participante de tus dones de profeta, sacerdote y rey. He sido ungido,
consagrado. ¿Más? Por la enseñanza de tu
iglesia, sé más, mucho más que la mujer samaritana. Y por la historia que vivo
en tu Iglesia, sé que han existido y existen millones de hombres y de mujeres
que, porque bebieron de tu agua, no volvieron a tener sed.
Los
hombres desean con sed insaciable, el dinero, el placer, el poder, el triunfo…
Y, sin
embargo, los que beben tu agua, desprecian todo eso, y se afanan solo en amar y
hacer el bien, aunque ello les lleve a vivir en lugares de miseria, dolor y
muerte.
La Samaritana era una
mujer piadosa; por ello, se preocupaba por el lugar, en el cual, Dios debe ser adorado.
Dudo, Jesús, que la
Samaritana entendiese tu respuesta. Porque, después de más de veinte siglos,
muchos de nuestra misma iglesia, no tienen claro el lugar donde hay que dar
culto a Dios.
No hay que trasladarse
hasta el monte Garizim, ni desplazarse a Jerusalén, ni a Roma; ni siquiera
mover los pies un milímetro para estar dentro de uno de los mejores templos, y que
Dios prefiere para ser adorado: ¡nuestro corazón!
Dijiste a uno de tus
Discípulos:
“Si alguno me ama,
guardará mi doctrina, y mi padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada
en él (Jn.14,23)
Si quiero dar un paseo, no tengo que ir lejos,
Jesús. Pronto encontraré a alguien que necesita ayuda espiritual, material, o
sicológica. Necesita mi saludo, mi sonrisa…y ahí estáis los Tres, esperándome
.
Como aquellos
samaritanos, te digo:¡Quédate conmigo, Jesús: Háblame. Te necesito!
Con afecto y adoración.
Bartolomé Menor.
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