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domingo, 19 de enero de 2014

CARTAS A JESÚS DE NAZARET



Carta novena a Jesús de Nazaret
Domingo II destiempo Ordinario 19-enero-2014
Evangelio: Juan 1, 29-34


S
eñor: Juan el Bautista, dice en el escrito de hoy, que no te conocía. En otro lugar (Lc. 1,34) había leído que tu madre y su madre, eran parientes. Y que María visitó a Isabel, la madre de Juan y permaneció con ella tres meses asistiéndola hasta el nacimiento de su hijo.

Allí se apuntaba que, Isabel, era anciana.   Todo me lleva a pensar que, tanto ella como su esposo Zacarías murieron no mucho después, cargados de años. Juan, por consiguiente, careció de la  fuente de información natural y certera de sus padres.

Si Juan no te conocía, tú si que habías oído hablar de él. Los acontecimientos que rodearon el embarazo de Isabel, el nacimiento de Juan, y su posterior circuncisión, los  conocías bien. Muy bien, con detalle y desde la cercanía más amorosa de la mejor reportera que fue, tu madre.

Tú, Jesús, en tus larga y profundas reflexiones sobre tu propio origen  no cesaron de invadirte los acontecimientos del nacimiento de Juan y su infancia.
    
Los rumores que llegaron a Nazaret y a Cafarnaún, sobre la actividad del predicador del Jordán, pusieron en primer plano tus recuerdos antiguos.

El bautismo que Juan administraba, el grupo de Discípulos que conformaba junto al río, fue sin duda, la voz del Padre avisando que había llegado tu “Hora”. Lo comentaste con tu madre y emprendiste el camino. Recibir el bautismo de Juan, constituyó el momento de incorporarte a la fila de
los pecadores ,a quienes venías a lavar y salvar. Fue el momento de poner tus pies, junto a sus pies. Así iniciabas el camino que, como víctima y cordero, te subía a la cruz.

Tu bautismo en el Jordán fue la proclamación pública anunciando que tu origen estaba más allá del tiempo, Hijo de Dios y Palabra suya.

Tu bautismo abrió la puerta a otro bautismo que llena la Tierra de hijos de Dios y miembros vivos de tu cuerpo.

De tu bautismo, como de sagrada cantera, salen las piedras cargadas del Espíritu que construyen tu Iglesia.

Con afecto y adoración. Bartolomé Menor.

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