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domingo, 9 de febrero de 2014

CARTAS A JESÚS DE NAZARET



Carta duodécima a Jesús de Nazaret.
Domingo V del T. Ordinario. 9.-2- 2014
Evangelio: Mateo 5, 13-16 


S
eñor: Para comprender lo que me dices, y para adaptar mi carta a tu evangelio, he de salirme del día en que vivimos,:9 de febrero del año 2014, y saltar atrás.

Dices “que me has elegido para ser la sal de la tierra” ¿Qué significa?
                       
En tu tiempo, la sal era imprescindible para dos cosas: para aderezar y dar buen sabor a las comidas; y para conservar los alimentos con peligro de putrefacción.

¡Buena misión me encomiendas!

1º Hacer de mi vida y de la vida de los demás, algo alegre de ser vivido, placentero, espacio para la felicidad.

2º Contribuir con mi participación a que la vida de los humanos no se corrompa, ni sea peligrosa; a que la vida sea siempre vida y  no genere muerte.  

 ¿Qué significa el “ser luz del mundo”? Entre nosotros, la luz está al alcance de la mano; basta que pulsemos un interruptor para iluminar la estancia.   En tu tiempo, Jesús, era otra cosa: había que producir fuego para tener luz. Y había que llevar algo que pudiese arder, en depósito, para quemarlo y mantener la luz.

Ahora ,lo comprendo mejor. Nos has elegido para que vayamos a donde hay oscuridad y llevemos hasta allí, algo que pueda arder y produzca fuego. Lo que produce entre los hombres, fuego certero, es el amor; y lo que siempre genera amor hasta en los rincones más oscuros y apartados, son las buenas obras.
Obrar el bien en los lugares más inhumanos y entre los hombres más faltos de bien, es encender luz, y que la luz llegue hasta el último rincón.

El hombre o la mujer que siente en sus carnes la cercanía de las buenas obras, entran en calor y tras el calor, la luz.

Dios es amor y foco de amor. A quienes acercamos a Dios, no solo entra en calor, sino que se abre a la luz, y sus vidas se abren en himnos de alabanza.

Ahora, Jesús, te comprendo mejor. Por eso termino pidiendo que llames a muchos a ser sal y luz para otros hombres.

Con afecto y adoración. Bartolomé Menor.

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