Carta 23 a
Jesús de Nazaret.
Domingo II de Pascua, 27 –abril- 2014.
Evangelio: Juan, 20, 19-31
S
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eñor: Una vez más, queda en evidencia
tu actuación libre, sin miedos; y la nuestra cargada de dudas y miedos. Esto produce
zozobra y pone grilletes a nuestros pies.
El remedio nos lo proporcionas
ofreciendo paz. Tu paz, que no es un simple buen deseo, sino
promesa de no dejarnos sin protección.
Y, como siempre,
generoso, que vas más allá de lo que necesitamos, y muchísimo más de lo que
merecemos.
A tus Discípulos, no solo
transmitiste paz, sino que les ofreciste el Espíritu Santo, y los convertiste
en hombres de su total confianza, partícipes del poder de perdonar los pecados,
cosa exclusiva de Dios.
Sabes que la fe en tu
Persona, es fundamental para ser de los
tuyos y actuar en tu nombre.
Te
adelantaste y les mostraste las manos y el costado. Cuando días después, Tomás,
ausente en tu aparición anterior, pone condiciones más exigentes, no dudas en
ofrecérselas. Tú, el fuerte, te haces condescendiente, para que el más débil,
se haga fuerte en la fe. ¡Como siempre!
Rompiste
una lanza a favor de los que íbamos a llegar después. Porque nuestra fe, te
importa como la de Tomás.
No tuvimos la suerte de
verte, y menos la oportunidad de comprobar con nuestras manos, la certeza de tu
resurrección. Sin embargo, creemos.
Por eso, añadiste un plus
de dicha a nuestro favor.
Nos haces llegar la
narración de las dudas de Tomás y su fe rotunda, para fortalecer la nuestra.
Porque si te importaba la colaboración de tus Discípulos y la de Tomás, también
la nuestra.
Siempre esperas nuestro
trabajo en la viña del Padre.
Que todas las horas de mi
reloj marquen las peticiones a favor de
nuevos operarios para tu viña; y que se hagan reclamos sonoros, gritos
de llamada de incorporación a la lista de sembradores y recolectores de tus
campos.
Con afecto y adoración.
Bartolomé Menor.
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