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viernes, 4 de septiembre de 2009

PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA (I)


Todo cristiano debería visitar ese lugar alguna vez en su vida.

Es muy emocionante. Hay veces que ves que se te ponen los pelos de punta o empiezas a llorar sólo de pensar que estás en el lugar donde pasó todo, donde vivió Él.

Hemos compartido una experiencia única y unos días cargados de emoción y de anécdotas. Somos un grupo variado que nos hemos compenetrado muy bien y hemos reído a carcajadas juntos, hemos rezado juntos, hemos llorado juntos.

Entre los momentos más sobrecogedores yo destacaría:

· La travesía en barco por el Mar de Galilea. Indescriptibles esos momentos cantando el “pescador de hombres” de esa forma tan dulce allí, en medio del lago, con el viento en la cara. Y a continuación unos minutos de oración. Como alguien comentó, parecía que en cualquier momento iba a aparecer Jesús caminando sobre las aguas.

· La visita al lugar del nacimiento de Jesús y donde estuvo el pesebre, la procesión en la Basílica de la Natividad y la misa de Navidad celebrada en la Gruta de San José.

· El rezo del Vía Crucis por la vía dolorosa.

· La visita al Monte Calvario y al Santo Sepulcro, que al entrar se te hacía un nudo en el estómago. Y dentro, era como si se respirara la presencia de Dios. Se sentía la santidad de ese lugar.

Jerusalén es una ciudad en la que conviven las tres grandes religiones monoteístas del mundo. Es impresionante. Te seduce y te cautiva, y luego echas de menos caminar por esas calles y estar en ese ambiente.

Doy gracias a Dios por haberme regalado estos días inolvidables y gracias, también, a quienes los han hecho posibles.

Maria Angeles Morillas Martínez

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