TESTIGOS
DE LA FE EN EL MUNDO
Queridos
fieles diocesanos:
Pentecostés
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Jesús,
después de volver al Padre, envía el Espíritu a sus discípulos, como lo había
prometido. Con él les enriqueció con especiales dones, les recordó cuanto les
había enseñado y les animó para entregar sus vidas a favor de la edificación de
la Iglesia para ser sus testigos en todo el mundo.
Pentecostés
es el comienzo de la Iglesia, el tiempo en el que nosotros tenemos la suerte de
vivir, tiempo que se extiende desde aquella primera venida del Espíritu Santo
en Jerusalén hasta que el Señor vuelva al final de los tiempos.
Este
proceso, que se inicia con el Bautismo, lleva inherente nuestra participación
en la misma misión de Jesucristo, para vivir y proclamar su Evangelio y hacer
nuevos discípulos en su nombre. Es el encargo que recibimos de Jesús desde la
época apostólica hasta que Él vuelva. “La
Iglesia existe para evangelizar” (EN 14).
Día del Apostolado Seglar
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Si
miramos especialmente en este día a los fieles laicos y familias cristianas, a
sus organizaciones, movimientos y otros grupos, y les dedicamos nuestra oración
y apoyo, es por el papel tan relevante que tienen a favor de la evangelización
y para el propio desarrollo eclesial.
Los
seglares han de hacerse presentes, desde su vocación laical, en todos los campos de las realidades
temporales. Esforzarse para que la vida en la sociedad se desarrolle
conforme a los planes de Dios, es decir, con criterios cristianos, orientados
siempre por los principios del Evangelio. Deberán respetar la legítima
autonomía de las realidades temporales, que tienen sus propias leyes, pero
estarán siempre atentos para que estas leyes no entren en contradicción con la
ley de Dios.
El
laicado y familias, tienen, también un lugar preeminente en los servicios y organizaciones de las
comunidades cristianas: en las celebraciones litúrgicas, en los Consejos
diocesanos, arciprestales y parroquiales, en la organización de la caridad, en
la catequesis y enseñanza de la Religión Católica, en la atención a las
personas mayores, impedidas y enfermas, en la preparación para el Sacramento
del Matrimonio y su apoyo posterior. Bien sabemos que sin ellos no podría
desplegarse apenas la eficacia evangelizadora, caritativa y cultual de la
Iglesia en todos sus niveles.
En el Año de la Fe
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“La fe es decidirse a
estar con el Señor para vivir con él. Y, ‘este estar con él’ nos lleva a
comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un
acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree.
La Iglesia en el día de Pentecostés, muestra, con toda evidencia, esta dimensión
pública del creer y del anunciar a todos sin temor a la propia fe. Es el don
del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro
testimonio, haciéndolo franco y valeroso”
(n.10).
Cierto
que estas preciosas palabras están dirigidas a todos los fieles de la Iglesia,
también a los sacerdotes y consagradas/os, pero bien podemos proponérselas en
esta jornada a la reflexión especial de los seglares, y familias cristianas.
Nuestra
sociedad necesita hoy, como siempre, de testigos creíbles que, sin miedos y
vacilaciones, interroguen con sus vidas a quienes buscan la verdad y sientan el
deseo de una vida auténtica y con sentido. Pero el testimonio no es suficiente.
Se precisa también confesar públicamente en quién creemos y porqué creemos. El cristiano
ha de explicar y aclarar abiertamente porqué vive así y hace lo que hace. En
otro caso podrán hasta admirar una vida dedicada a los demás pero no
descubrirán que la razón de sus comportamientos radica y nace en Cristo como en
su fuente y en centro.
Quien
no irradia su fe con obras, fuera de sí mismos, podríamos decir que se trata de
una fe “muda”, más cercana a deslizarse por la vía de la pasividad e
indiferencia que por la del crecimiento.
“Creí por eso hablé” (2Cor 4,13)
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Animamos
por ello, a las Delegaciones Episcopales de Apostolado Seglar y Familia a las
asociaciones y movimientos, a las organizaciones de laicos y familias
cristianas, tanto como fieles asociados, como de forma individual, para que el
fuego y fuerza del Espíritu Santo, quite miedos y, desde una alegría renovada,
hablen todos de lo que creen.
En
medio del impresionante avance tecnológico del universo y el menoscabo o
estancamiento de los valores del espíritu, los cristianos debemos convencernos
de que una de las tareas primordiales de la Iglesia en este siglo, será
proclamar y vivir la verdad de la presencia de la acción del Espíritu Santo en
la vida de los cristianos y en el desarrollo de la historia de los pueblos.
Esta
es la antorcha que las familias, asociaciones y movimientos laicales deberán
mostrar con entusiasmo, como luz y sal, con la ayudad del Espíritu Santo.
Gracias
queridos fieles porque desde vuestra vocación y dedicación generosa, construís
día a día, con vuestros sacerdotes y personas consagradas, esta Comunidad
diocesana, nuestra querida Iglesia de Jaén.
¡Ven
Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego
de tu amor!
Con
mi afecto y bendición.
X Ramón del Hoyo
López
Obispo de Jaén
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