Recordamos
a quienes nos dejaron
Queridos
fieles diocesanos:
Día de los difuntos
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Seguimos
recordando a quienes nos dieron la vida, la amistad, su cercanía. De nuestro
corazón brota espontáneamente una plegaria, como expresión de nuestra fe, y les
llevamos unas flores, como testimonio de nuestro cariño.
Sus
nombres están grabados en letras imborrables en nuestro corazón. Su vida vive
en nosotros como continuadores de la obra que ellos comenzaron y dejaron en
nuestras manos. Descansan en Dios, que es el final de nuestro camino también.
Se encuentran, no sabemos cómo, en la región de la luz y de la paz para
siempre, con palabras de la Sagrada Escritura. Mirarán con ternura a los que
vamos de camino hacia la vida eterna.
El enigma de la muerte
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Para
el cristiano supone un inmenso consuelo saber por la revelación de Dios que “del mismo modo que Cristo ha resucitado de
entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su
muerte, vivirán para siempre en Cristo Resucitado” (Catecismo de la Iglesia
Católica, 989).
Nos
lo dijo Jesús: “Yo soy la resurrección y
la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá, y el que está vivo y
cree en mí, no morirá para siempre” (Jn. 11, 25).
Es el paso para la vida eterna
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Expresa
una gran verdad quien sostiene y enseña que la muerte no es el final del
camino, sino luz que ilumina todo el recorrido en este mundo. Sólo a la luz de
la meta se esclarece el sentido que tienen las diversas etapas de esta vida.
La
convicción cristiana de que la muerte es la prolongación de esta vida, aunque
de forma muy diferente, es tan fuerte, por que se apoya en la Revelación de
Dios y en la propia inclinación humana a favor de la inmortalidad. La Iglesia
en su liturgia canta así en el día del entierro: “la vida de los que en Ti creemos, no termina, se transforma. Y, al
deshacerse nuestra morada temporal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”
(Prefacio Misa de difuntos).
Somos
cristianos hechos por Dios a su imagen y, por eso, inmortales.
Estemos siempre
preparados
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Estar
siempre en amistad íntima con Jesús, es la mejor preparación. Y, ¿cómo se está cerca de Jesucristo?: con la
oración, los sacramentos y la práctica de la caridad.
Decía
el Papa Francisco el pasado 27 de noviembre de 2013: “Quien practica la misericordia no teme a la muerte. ¿Por qué no teme a
la muerte?, se preguntaba. Porque la
mira a la cara en las heridas de los hermanos y la supera con el amor
cristiano. Si abrimos la puerta de nuestra vida y nuestro corazón, añadió, a nuestros hermanos más pequeños, entonces
incluso nuestra muerte se convertirá en una puerta que nos introducirá en el
cielo”[1].
Que
nuestros hermanos difuntos descansen en paz. Amén.
Jaén, 24 de octubre de 2014
X
Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
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