Muy
queridas personas mayores:
1.
Jesús, en la Fiesta de la Presentación, llegó al Templo de Jerusalén en brazos
de la Virgen María, junto a San José. Iba a ser presentado al Señor, como
mandaba la ley judía, cuarenta días después de su nacimiento. Sus padres
ofrecieron, como rescate simbólico, la ofrenda de los pobres: una par de
tórtolas (cf. Lc 2, 24). Sólo Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo,
reconocieron al Mesías en aquel Niño.
El
anciano Simeón, hombre justo, tomó al
Niño en sus brazos y bendijo a Dios diciendo el siguiente canto, pletórico de
alegría: “Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2, 29-32).
Ana, muy anciana y viuda
durante muchos años, servía en el Templo a Dios con ayunos y oraciones. Al
encontrarse con el Niño y sus padres “alababa
también a Dios y hablaba del Niño a todos los que aguardaban la liberación de
Jerusalén” (Lc 2, 38).
Los
cuatro, dirá san Bernardo, iniciaron con el Niño la procesión que, con cirios
encendidos, celebra ahora la liturgia cristiana en todos los rincones de la
tierra (cf. Sermón en la Purificación de
Santa María, I. 1).
Los
cirios encendidos, en nuestras manos, son símbolo de nuestras vidas que se
consumen, poco a poco, como ofrenda a Dios, mientras iluminan tinieblas y
oscuridades en nuestro entorno.
2.
Con ocasión de esta Fiesta quiero recordar a las personas mayores que la
Iglesia ha tenido siempre un gran respeto y aprecio por ellas. Son una
verdadera bendición para las familias, para las comunidades cristianas y para
la sociedad, pues cada generación aprende de la sabiduría y experiencia de la
generación que la precede.
Los
largos años ofrecen la oportunidad de apreciar tanto la belleza del don de la
vida, como la fragilidad del espíritu humano. A medida que el curso normal de
la vida crece en años, la capacidad física disminuye, pero al tiempo crece su
capacidad espiritual. A pesar de estas limitaciones, sin embargo, siempre la
vida es bella y nunca el anciano debe dejarse atrapar por la tristeza. Un
rostro alegre, a pesar de todos los pesares que lleve sobre sus hombros, es la
mejor imagen de la persona mayor.
El
que será declarado Santo próximamente, Juan Pablo II, decía a los ancianos: “La Iglesia os necesita. Pero también la
sociedad civil necesita de vosotros… Sabed emplear generosamente el tiempo que
tenéis a disposición y los talentos que Dios os ha concedido… Contribuid a
anunciar el Evangelio… Dedicad tiempo y energías a la oración” (Carta a los ancianos, 1 de octubre de
1999).
Cada
uno de vosotros, en cualquier etapa de la vida, es querido y amado por Dios.
Cada uno es muy importante y necesario a los ojos de Dios. Lo fueron Simeón y
Ana aquel día en el Templo, en aquella procesión tan reducida en número pero de
tanta calidad. Hoy lo son otras muchas personas mayores que también han
descubierto en el Niño al Mesías-Salvador, que se acercan con alegría a Él y lo
toman en sus brazos. Dan gracias a Dios por ello y lo anuncian y enseñan a los
demás.
3.
No hace mucho tiempo revisaba con el Consiliario diocesano y Presidenta del
Movimiento “Vida Ascendente”, tan implantada en nuestra Diócesis, sus logros y
carencias, sus preocupaciones e ilusiones. Gracias por vuestra cercanía y ayuda
a tantas personas mayores. Los frutos de esta atención pastoral, me comentaban,
debería llegar a otras muchas parroquias. Me pedían lo diera a conocer sobre
todo a los párrocos y así lo hago, con la advertencia de que son grupos que
funcionan con un responsable laico y no se precisa la presencia del sacerdote
ordinariamente. Están a vuestra disposición.
En
esta Fiesta anual de las personas mayores que celebramos todos los años en el
Seminario Diocesano pediremos por todos. Sepan que la Iglesia les quiere, les
necesita y cuenta con vosotros. Sentíos siempre amados por Dios y llevad a los
demás el mensaje que Dios nos ama y espera para una eternidad feliz. Es nuestra
vocación.
Les
pedimos un favor: Que oren por la Iglesia de Jaén, por las vocaciones y por los
pobres o carentes de recursos. Feliz fiesta.
Con
mi saludo agradecido y bendición.
X Ramón del Hoyo López
Obispo de
Jaén
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