El sacerdote de tu parroquia está siempre a tu disposición. Para dar la misa, visitar a un enfermo, hablar con quien no tiene quien le escuche y un montón de cosas más. Pero no es un superhombre. Es una persona que, como todos, también se siente a veces solo. En esos momentos de soledad tu puedes hacer mucho por él. Escúchale, visítale, sonríele. Lo necesita.
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